sábado, 19 de abril de 2008

Patente de Corso


Aquí va una sorpresiva e inesperada historia de un HOMBRE!!! Si, escucharon bien!!! Un hombre que relata su historia de vida. Espero que la disfruten aunque me sienta algo tocada y haya jurado publicarla textualmente.



Entiendo que este es un espacio que tiene como uno de sus objetivos, quizás el central, mostrar las miserias masculinas en el arte de amar. Por ende, este relato puede estar desubicado dentro de este marco. Sin embargo, creo mis estimadas femmes, que les dará un buen indicio de porqué muchas de sus relaciones terminaron de manera no muy agradable.

Para aquellos ávidos de lectura sobre las leyes del mar, la patente de corso (del latín cursus, «carrera») era un documento entregado por ciertos monarcas, por el cual su propietario tenía permiso de la autoridad para atacar barcos.

Pero no quiero desviarme de mi historia, por ende deseo confesar que nunca fui un joven demasiado agraciado a nivel estético, tampoco nada despreciable; pero fue mi habilidad de palabra, y, porque no, otras virtudes (no solo por lo sexual, malpensadas), las que me ayudaron a conocer una importante cantidad y variedad de féminas.

Por diferentes motivos estas sirenas, transitaban por mi vida con cierta celeridad; factor que nunca había llamado mi atención más de la cuenta y, que en ciertas ocasiones, a decir verdad, me generaba cierto relax. ¿Eso era amor? No, claramente no lo era. Era solo satisfacción de necesidades hormonales.

Sin embargo, el verdadero amor, no tardó en aparecer. Ciertamente, fue bueno mientras duró, pero temores a un elevado grado de compromiso y otros factores más químicos, han provocado en aquella mujer la desesperación por huir de esa relación. Así este abrupto final impactó duramente a nuestro almirante. Mayor aún fue el golpe que él sintió, cuando pocos días después de aquel final, vió a la sirena pasearse de la mano de otro marinero.

De esta manera el almirante, dejó de ser aquel hidalgo y generoso marinero, para obtener su patente de corso. Aquella patente de corso le daba permiso a atacar con fiereza a cada una de las presas que iban presentándose en su camino, despojándolas de sus tesoros mas preciados en tan solo horas y dejando en ella una situación de vacío infinito e inexplicable.

Muchos hombres a lo largo de sus vidas sacan esta patente de corso después de haber navegado las aguas de algún amor que les cayó en desgracia. Es por eso, que, luego, atacan y abordan todo tipo de barco, muchos de ellos inocentes y totalmente ignorantes del pasado de estos almirantes devenidos en corsarios.

Hoy, este corsario, navega en aguas tranquilas, guardo en un cofre su patente de corso, y volvió a calzarse su traje de almirante. Sin embargo, no descarta el hecho de algún día tener que desempolvar aquella vieja patente y volver a izar la bandera con dos tibias y una calavera que supo usar como estandarte, y que nunca olvidará.

Desde ya, acepto, leo y analizo todo tipo de comentarios y críticas.

Monsieur D’Anjou
Patente de Corso Real de Ramos Mejía

10 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad tengo que felicitarte por tu historia. En tus palabras reflejás el sentir de muchos hombres o al menos el mio en particular. Me hiciste recordar conductas reprochables y porque no, odiadas por las féminas. No sé si actúe con resentimiento o respondí a estímulos que alguna vez me afectaron. Hoy tengo puesto el traje de Almirante, el que llevo con honor y el cual deseo usar de por vida. Aquella patente de corsario, espero que no vuelva a ser un documento vigente en mi vida, pero siempre estará guardada en el aquel cofre que alberga una serie de anécdotas inolvidables, pero que no me causan nostalgia. Sin más para agregar, lo saluda afectuosamente a usted Monsieur D`Anjou, un noble Almirante.

Anónimo dijo...

Muchas veces una mujer se asusta y siente miedo, sobre todo cuando tiene 23 años y quiere llevarse el mundo por delante y siente que quizás, si se queda con ese noble Almirante no va a poder hacerlo. Indefectiblemente, huye y pareciera que no tiene sentimientos pero en realidad esos sentimientos se mantienen intactos por más que el tiempo corra.

Anónimo dijo...

No me parece que sea justo, que siempre paguen las buenas personas por las malas acciones de otros. Me parece que es una actitud típica del hombre de no querer hacerse cargo de sus acciones y echarle la culpa al pasado por no querer comprometerse. Todos podemos tener experiencias malas que nos marcaron en la vida.
Sean dignos de ser almirantes y no se conviertan en gente basura!!

Lalita dijo...

ahhh yo estoy con la patente de corso en la mano!!!
che, muy bueno el relato
salutesss!

pd: que lindo bloooogggg ajajajaj

Anónimo dijo...

Al primer amigo, gracias por tus comentarios. Desde ya que no me sorprende leer que también has obtenido tu patente en idénticas condiciones. Espero no tengas que volver a usarla.

A la joven que acusa la falta de justicia, le doy 100% la razón en que no es justo. Pero, digame madmoiselle ¿Que bucanero mide como justo sus ataques? No hay lógica en su pensamiento, solo fiereza.

Lalita, quien afortunadamente firmó, bienvenida a un mundo lleno de placeres fugaces. Disfrutelos, porque en algún momento los va a añorar. Gracias por tus comentarios.

Monsieur D'Anjou

m. dijo...

muy de acuerdo. pero al parche de piratas no lo perdemos nunca...



a estas alturas ya espero que una mujer aborde mi nave, y me levante pelea justa.


existirán de esas?
saludos!
m.

Anónimo dijo...

Queridas Amigas, aqui les dejo cinco tips, fundamentales para econtrar la felicidad.
1. Es importante encontrar a un hombre que comparta contigo la responsabilidad y las tareas del hogar y que tenga un buen trabajo.
2. Es importante encontrar a un hombre alegre, que disfrute el baile, los paseos y que te haga reír.
3. Es importante encontrar a un hombre tierno de quien se pueda depender afectivamente sin que por ello te subordine y además, que no mienta.
4. Es importante encontrar a un hombre que sea buen amante y que adore tener sexo contigo.
5. Es muy, pero muy muy importante, que estos 4 hombres no se conozcan entre si.
Besos.- Constanza (bah, Coni)
PD: Sigo debiendote la historia, prometo mandarla en breve.

Historias... dijo...

Coti: muy bueno tu comentario. La verdad es que los hombres son como los labiales nunca uno solo te queda bien y por eso, hay que mezclarlos. No existe -hasta ahora- uno que tenga TODO. Siempre falta 1 para el peso. Besos y espero tu historia.

Julia dijo...

Me encant� la historia.
A mi me ha pasado, al volver a las pistas, en este caso, al oc�ano, de salir con la patente de corsario, para defender mis tesoros. Esperando otra vez navegar en aguas tranquilas.

El Doc dijo...

Me parece una historia interesante, pero no cumple para nada con el objetivo. Si la idea era explicar por qué algunas historias femeninas terminan mal, pues a quien hay que preguntarle, ante todo, es a esas féminas que entraron voluntariamente a una relación rara.

El que un hombre haya sacado o no su patente de corso no hace menos responsable a la mujer por el tipo de relación en la que se mete. Es más, un verdadero pirata no repudia su condición, sino que la deja bien patente marcando territorios, horarios y espacios. Para cualquier mujer con dos dedos de frente, debería ser muy evidente cuando se han topado con un verdadero bucanero de los bares.

Es cierto, hay algunos infiltrados que no revelan lo que son y hacen el show del novio detalloso, con acercamientos, con detalles, con salidas que parecieran comprobar sus buenas intenciones. En ese caso, admito que una mujer puede verse sorprendida. Sin embargo, aún así, de haber algo más, al tiempo esta persona empezaría a dejar huellas (hay muy pocos maestros capaces de seguir en altamar y sin embargo hacer creer a una chica que nunca han abandonado el puerto). Si una mujer empieza a percibir constantemente huellas de que algo anda mal, aunque no sepa qué, y decide quedarse sin encarar la situación, again, es su entera responsabilidad.

Chicas: el hecho de que los hombres seamos unos malditos a veces (como ustedes también lo son a veces), no las faculta a liberarse de la responsabilidad de seguir en una relación que les causa más dolor, angustia y celos que felicidad de la buena. Si se quedaron y salieron por las patas de los caballos... es su entera responsabilidad.